De pequeña, como no podía tener mis propias cajas, me las hacía de papel con su propia tapa. Me encantaba hacerlas de todos los tamaños y sobre todo meter una dentro de otra como ocurre con las matrioskas.
En cuanto una caja cae en mis manos, ya estoy pensando cómo puedo transformarla. Aquí os dejo unos sencillos ejemplos. Para las primeras usé hojas recogidas de la calle y las coloqué con cuidado para que no se tiñera esa zona. En otras utilicé motivos sacados de Internet, pero al utilizar papel y ser tan poroso, es más dificil. En el caso de la caja que tiene motivos marinos, algunos dibujos no quedaron bien y los repasé con pintura acrílica.
Para teñir la madera, he usado nogalina (de venta en tienda de manualidades), es un producto que sale barato, ya que viene granulado y se mezcla con agua. Cuanto menos cantidad de líquido, más oscuro será el color. Es aconsejable no empapar mucho la brocha y según se va aplicando el tinte, se pasa un paño seco de algodón para matizar el color y absorber el sobrante de tinte. Se aplican varias capas hasta conseguir el color deseado, dejando secar entre aplicaciones.
Como veréis no es un trabajo complicado, la madera no recibe un tratamiento especial. Se trata de dar un toque rústico a unas sencillas cajas, que de otra manera no tendrían ningún valor.
La primera prueba la hice en el interior de un cajón para ver si quedaba bien. En un principio pensé en pintar los nervios de las hojas, pero me gustó más el resultado al natural. |
Esta caja la hice como regalo para mi buena amiga Conchi |
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